La reciente crisis ambiental producida por los incendios en la selva revela la falta de planificación que hace insuficiente cualquier intento de mitigación. A las carencias de los bomberos, se suma en contraste la falta de ejecución de proyectos que podrían ayudarlos en su labor humanitaria
Por Ivan Brehaut y Javier García Wong Kit
Tras varias horas luchando contra el fuego, el equipo del bombero Adrián Farro, en Atalaya, Ucayali, vuelve a casa para reponerse de una emergencia que se ha expandido tanto como los bosques de la selva peruana. Su misión no acaba aquí: deben elaborar un informe, hacer el recuento de materiales y volver al trabajo cotidiano que se acumula mientras el fuego sigue creciendo.
Según el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) este año se han producido 1,754 incendios forestales y, hasta noviembre de 2024, fallecieron 35 personas y 285 quedaron heridas, con más de 1,876 personas cuyos medios de vida fueron afectados por el fuego.
Casas, chacras, colegios y restos arqueológicos han sido amenazados o dañados por las llamas que se extienden por decenas de hectáreas de todo el territorio que los bomberos forestales recorren a pie como parte de su labor preventiva. Un trabajo agotador e insuficiente como su lucha contra el fuego que, muchas veces, no sirve para apagarlo, sino apenas para confinarlo.
“Atender un incendio forestal puede llevar semanas y hasta meses. Apagarlo a veces es casi imposible”, dice Farro, experto en esta clase de emergencias. Tras convivir y ser uno de los bomberos deshidratados, con ojos heridos por las cenizas calientes, con los pies hinchados y torceduras, él explica que se ha equivocado la estrategia de atención de incendios porque, por ejemplo, no siempre se debe combatir el fuego con agua.
“A veces se pueden usar herramientas livianas, como el chicote (que sofoca el fuego con lonjas de caucho vulcanizado y que se emplea en la línea de fuego con la mochila de agua). Pero siempre es mejor contar con motosierras eléctricas para abrirse paso rápido en el bosque y, en casos más extremos como los de este año, con maquinaria pesada”.
Sin embargo, estos equipos casi nunca están disponibles y, cuando se requieren, deben solicitarlos a los gobiernos regionales o pedirlos prestados a empresas. El problema es el tiempo. En Nueva Requena, provincia de Coronel Portillo en Ucayali, las emplearon pero no es la regla. En la mayoría de las comunidades nativas la presencia de bomberos y autoridades del gobierno regional fue nula.
Ronald Suárez, expresidente del Consejo Shipibo Konibo Xetebo, que representa a 144 comunidades de Ucayali, cuenta que en el Área de Conservación Regional Imiría la ayuda del gobierno regional no llegó nunca. Los comuneros Shipibo tuvieron que luchar solos en zonas como Santa Clara de Yarinacocha, Santa Teresita, Nueva Egipto, San Francisco, Tahuanía y San Salvador. En esta última, un anciano shipibo murió defendiendo su bosque.
“Acá no llegan los bomberos ni las autoridades. Hemos perdido chacras enteras de yuca, plátano y piña. Nosotros mismos tenemos que llevar el agua para apagar los incendios. Como han quedado las tierras, en época de lluvia ya no se va a poder sembrar”, añade.
Gestión y manejo de recursos
Con más de un millón de hectáreas de cultivos quemadas y pérdidas directas de US$ 57,9 millones, el Estado peruano declaró en emergencia varias regiones del país, facilitando el uso de fondos públicos para combatir el fuego. Aun así, la ayuda no hizo la diferencia. Por un lado, no se ha empleado el presupuesto necesario para esta emergencia ni se ha contado con información idónea y a tiempo.
Además, en 2024 no se utilizó todo el presupuesto para atender estas emergencias. De los más de 7 millones y medio de soles asignados al Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), encargado del Plan de Prevención y Reducción de Riesgos de Incendios Forestales, para reducir la “vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres”, solo recibió dos millones 685 mil soles, de los cuales apenas ejecutó el 67.5%.
Para la Defensoría del Pueblo “Serfor debe informar cuál ha sido la razón por la que redujo el presupuesto que le fuera inicialmente aprobado”. En medio de esta crisis, su sitio web presentó irregularidades en el sistema de información forestal. La sección de estadísticas se desactivó, restringiendo el acceso. Lo mismo ocurrió con el portal del Indeci, fuente principal del Centro de Operaciones de Emergencias Nacional (COEN). Diversos reportes dan cuenta de estos problemas y de la incongruencia entre las cifras de Serfor y del Indeci.
Cinco meses después del primer gran incendio reportado en su zona, el Gobierno Regional de Ucayali hizo entrega de 199 equipos de protección personal para 11 municipios de la región y la XII Comandancia Departamental de Bomberos de Ucayali.
Y no son las únicas incongruencias. Este año, el Gobierno Regional de Ucayali tiene en ejecución un proyecto de inversión por más de 15,7 millones de soles, que incluye la adquisición de diversos equipos para combatir los incendios con mayor eficacia. El proyecto ya tiene 3 años de implementación. Sin embargo, apenas se han desarrollado algunas capacitaciones y las intervenciones iniciales del proyecto se han enfocado en capacitar a agricultores organizados, los cuales tienen menor incidencia en el control del fuego.
Si bien, este año hubo una labor entre distintas autoridades (gobierno central, regionales, fuerzas armadas), aún existen varias labores pendientes, como la formación de bomberos forestales, la asistencia en comunidades nativas y la capacitación para contar con gente que no solo se encargue de apagar incendios, sino de planificar la respuesta ante emergencias incontrolables.
Adrián Farro explica que para afrontar esta crisis ambiental se requiere una mayor comprensión de los incendios forestales y las herramientas que podrían emplearse para su prevención y control. “Además de necesitar información climatológica, un combatiente forestal tiene que saber de botánica, conocer la velocidad del viento y su cambio de orientación, así como la posibilidad de lluvias”.
Mediante herramientas virtuales como la de Serfor y el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) se puede hacer un monitoreo de temperaturas y vigilancia que se complementa con personas en el lugar del posible incendio. En el VRAE, la Central Asháninka del Río Ene (CARE) es un grupo bien organizado que viene desarrollando el proyecto Paamari, para la prevención, mitigación y control de los incendios forestales.
“Se necesita un conocimiento previo, hora de inicio, ubicación, área, carreteras y caminos secundarios, rutas de escape y una lista previa antes de tomar decisiones”, explica Farro. Con esos datos sería posible planificar la evacuación y salvar vidas.
“Muchos bomberos no pueden atender incendios forestales porque no están entrenados para esta clase de situaciones”, dice Farro.
Equipamiento y víctimas invisibles
Expertos y afectados señalan que casi todos los incendios forestales se dan por causas humanas. Los agricultores tradicionalmente usan la roza y quema de sus chacras, pero en este contexto de cambio climático, son incontrolables. También hay delincuentes que destruyen bosques para dedicarlos a cultivos ilegales. Sin embargo, esta crisis ambiental tiene muchos más involucrados y afectados.
Los combatientes forestales están entre los últimos. No solo por sus heridas, lesiones o problemas respiratorios. Al estrés emocional de afrontar estas emergencias se le suma la inestabilidad laboral. Muchos son despedidos por sus largas y frecuentes ausencias. Adrián Farro recuerda que en las reuniones con autoridades les preguntó a empresarios de Atalaya si alguna vez le habían dado un permiso a un bombero para faltar al trabajo y todos enmudecieron.
Aprender del fuego es estar mejor preparados y equipados. Sin embargo, mientras el gobierno regional de Ucayali decide si compra drones, motos y hasta embarcaciones para afrontar los incendios forestales, los bomberos suelen comprar, de su bolsillo, muchos de los equipos necesarios en las emergencias. Es cierto que también hay una partida para uniformes, equipamiento y hasta un autobomba forestal multipropósito de ataque rápido 4x4. Pero hay realidades que se desconocen.
“Muchos bomberos no pueden atender incendios forestales porque no están entrenados para esta clase de situaciones”, dice Farro. Explica que las brigadas deben formarse con personas con buena condición física, capacitadas para leer un mapa y una brújula, y saber utilizar un nanómetro y un hidrómetro. Y no solo se trata de entrenarlos. Los presupuestos de los gobiernos regionales no consideran una remuneración para que los bomberos tengan una mayor responsabilidad profesional y legal como en muchos países.
Cinco meses después del primer gran incendio reportado en su zona, el Gobierno Regional de Ucayali hizo entrega de 199 equipos de protección personal para 11 municipios de la región y la XII Comandancia Departamental de Bomberos de Ucayali. Más paradójico, la enrega de equipos se da 3 años luego del inicio del proyecto.
Los bomberos siguen esperando por recibir capacitaciones especializadas en el extranjero y de que algunos puedan ser recontratados en sus trabajos formales. Quizá su única ventaja es que muchos de ellos son solteros por su ritmo de vida.
Aprender del fuego también es saber que los incendios no solo se dan a ras del suelo. Por el shock térmico, los sistemas radiculares de los árboles de la selva están muriendo, lo que los convierte en un potente combustible para futuros incendios. Adrián Farro dice que “estamos en la era del piroxeno. El fuego no es el enemigo, es un elemento de la naturaleza, solo hay que aprender a manejarlo”.