La riqueza natural de los bosques también está en la fauna silvestre. Los animales enfrentan amenazas singulares, como la caza para obtener huevos, pieles, carne o para ser usadas como mascotas. Pero hay más riesgos en este negocio.
La caza de fauna es una actividad ilícita que consiste en capturar y matar animales para luego venderlos en el mercado negro. El propósito es utilizar su carne para consumo, su piel para la fabricación de productos de lujo como abrigos y accesorios, y otras partes de su cuerpo para la elaboración de medicinas tradicionales, ornamentos y artículos de colección. Otro uso común de la fauna capturada es su comercialización como mascotas exóticas para exportación.
Esta práctica no solo pone en peligro a las especies afectadas, llevándolas al borde de la extinción, sino que también tiene un impacto negativo en los ecosistemas, alterando el equilibrio natural y reduciendo la biodiversidad. También se afectan las fuentes de proteína de la población indígena, reduciendo el consumo de proteínas. Además, la caza furtiva está frecuentemente vinculada a otras actividades criminales, como el tráfico de armas y el lavado de dinero, lo que agrava aún más sus consecuencias sobre la seguridad y el bienestar de las comunidades locales.
Situación en el Perú
En el Perú, las especies de fauna silvestre con mayor demanda en el mercado negro son los guacamayos, la tortuga acuática taricaya, la tortuga terrestre motelo, y anfibios como la rana gigante del lago del Titicaca y diversas especies de loros y primates. Estas son comercializadas a nivel local o enviadas al extranjero.
Tal es el caso del jaguar u otorongo (Panthera onca), comercializado ilegalmente para ser vendido por partes, especialmente sus colmillos, huesos y pieles, que son altamente valorados en mercados asiáticos y usados en la medicina tradicional y como artículos de lujo.
De acuerdo con un reporte de las Naciones Unidas del 2018, se estima que la caza y el tráfico ilegal de fauna silvestre es un negocio que mueve hasta 23,000 millones de dólares en todo el mundo. En nuestro país, la situación no es muy distinta. Según el Proyecto Prevenir de USAID, entre el 2000- 2016 se confiscaron 66,937 animales (entre aves, mamíferos, reptiles y anfibios) correspondientes a 342 especies. Entre los individuos confiscados, se encontraron individuos de fauna en peligro de extinción e incluidas en los Apéndices de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
Consecuencias
Para entender el devastador efecto del tráfico ilegal de vida silvestre, pongamos un ejemplo: veamos cómo la disminución de poblaciones de monos debido a la caza ilegal puede afectar la dispersión de semillas en el bosque. Muchos primates, como los monos, juegan un papel crucial en la dispersión de semillas al consumir frutos y luego depositar las semillas en diferentes áreas a través de sus heces. Esta dispersión es fundamental para la regeneración y la diversidad de la flora en el ecosistema.
Cuando se reduce la población de monos y otros animales debido a la caza, disminuye la cantidad de semillas dispersadas, lo que puede afectar negativamente la regeneración natural del bosque y la disponibilidad de alimentos para otras especies que dependen de estos frutos.
Sin embargo, recordemos un momento: la pandemia. La COVID 19 es una zoonosis, es decir, una enfermedad que pasó de la fauna hacia los seres humanos. Cada vez que estamos tomando un animal silvestre como mascota o consumimos carne de animales silvestres, enfrentamos el riesgo de transmisión de enfermedades nuevas, posiblemente incurables.
Al final del día, la afectación de la fauna afecta a los árboles y los demás seres vivos del bosque, entre los cuales también están las poblaciones humanas. La supervivencia de la fauna está asociada a la supervivencia de los bosques. De los bosques dependen nuestras vidas y las de nuestros hijos.
Por eso, no compres fauna silvestre, no apoyes la extinción de una más de nuestras mayores riquezas.