Por: Ivan Brehaut, con la colaboración de Victoria Carlos Herrera. Análisis SIG de Carla Límas Cagna
Diversas iglesias en la Triple Frontera se disputan a los creyentes, muchos de ellos involucrados íntimamente en el narcotráfico. ¿Cuál es la participación de la religión en la deforestación y el narcotráfico? ¿La fe detrás del narcotráfico?
Esta investigación fue producida en colaboración con la Red de Investigación de Bosques Tropicales (Rainforest Investigations Network) del Pulitzer Center.
Su hablar es lento, pausado, con un marcado acento portugués, adquirido en sus años de estudio en Sao Paulo y Tabatinga, en Brasil. Sentado en una silla de mimbre, nos recibe en su casa de madera y piso de tierra. Magno es el pastor de la Iglesia Bautista Wesleyana de Cushillococha, una de las zonas productoras de hoja de coca más importantes del Bajo Amazonas. Magno es indígena Ticuna e inició su labor evangélica hace 11 años en su comunidad. Casado, con tres hijas, viste con pulcritud su camisa azul de mangas largas y un jean. Su rostro cetrino, afable, está coronado por cabello negro que le empieza a escasear.
La casa de Magno, con apenas unas paredes de madera, techo de láminas de zinc, con un pequeño huerto al lado, contrasta con las casas construidas con cemento y ladrillo, ventanas polarizadas enmarcadas en aluminio, algunas con cocheras para motos chacareras modernas que sirven para las duras faenas, atravesando los caminos fangosos que van hacia los campos de cultivo.
El contraste entre las casas no puede pasar desapercibido. Cada tanto trecho aparece una casa de madera, algunas con palafitos, pero siempre, en cada calle, al menos hay dos casas de ladrillo con rejas, jardines y lunas polarizadas. Los beneficios del narcotráfico en la comunidad son evidentes.
La fe local
Frente a la casa de Magno está su iglesia, construida en ladrillo y cemento, donde el nombre Bautista Wesleyana se ha despintado por el sol y la lluvia. Por dentro, la iglesia tiene bancas de madera y una especie de púlpito. Los días de culto, sábados por la tarde noche y domingos, los más de 70 feligreses de Magno se reúnen para hablar de la Biblia, del mensaje de Dios, para recapacitar sobre sus pecados cotidianos y hallar en las palabras firmes pero afectuosas de Magno, algo del perdón que necesitan.
Magno y otros dos pastores comparten la feligresía de Cushillococha, una comunidad nativa cercana a Caballococha, la capital de la provincia de Mariscal Ramón Castilla, en Loreto. Magno es el más preparado de los tres, ya que no solo estudió en un seminario Bautista, sino que pasó otros años en una universidad brasileña de Tabatinga estudiando pedagogía. “La iglesia se ha preocupado por capacitarme, darme herramientas para la labor pastoral”, nos dice.
Cushillococha toma su nombre de una hermosa laguna donde la población, casi enteramente de la etnia Ticuna, aún sigue pescando. “Este año no llueve. Mire que ya es diciembre y la cocha (laguna) está casi tres metros por debajo de su nivel. Todo el clima está loco, está cambiando… será eso del cambio climático que andan diciendo…” dice un joven Ticuna en buen castellano.
Al caminar por la comunidad, ahora ya declarada centro poblado menor, una categoría que le da mejores oportunidades para captar inversión pública, el ambiente es tranquilo. Niños en la placita jugando y riendo. Señoras serias hablando en Ticuna nos observan. Los varones y los jóvenes nos saludan con sonrisas curiosas.
Pedro, nuestro guía en Cushillococha, nos dice que el pueblo es muy tranquilo. Nadie se mete con nadie. Le pregunto entonces por una niña prieta de pelo ensortijado y con dientes como perlas. “Ella es Ticuna pero cruzada, es hija de un colombiano que trabaja por acá. Igual va a la escuela pero sufre un poco porque en su casa hablan más castellano y nosotros en la escuela solo enseñamos en lengua Ticuna”. Pedro es profesor.
Al caminar por las veredas de cemento por donde transitan peatones y motocarros, nos cruzamos con un agricultor que con la gorra desgastada trata de protegerse del sol inclemente de la tarde. Detrás de él, su esposa va cargando fruta en un cesto tejido con fibras de palma. El hombre carga en la espalda una mochila fumigadora y empuña un afilado machete. “Maestro, buenas tardes”, saludo con una sonrisa. “¿Qué tal la fumigada del cacao? ¿Ya está cosechando?”. El paisano me mira con curiosidad, esboza una media sonrisa y me asienta con la cabeza. La esposa me mira con recelo. Ocultan el rostro para que no pueda tomarles una foto. Siguen caminando.
“Esos no tienen cacao… han ido a mantener sus cocales”, afirma Pedro. Y es que a menos de 10 minutos de la plaza de Cushillococha, los cocales prosperan debajo de palmeras de huasaí, mezclado con cacao y plátanos.
La Tierra Santa
Eulogio llegó hace 10 años a Caballococha. Es carpintero, oficio que aprendió practicando en su casa, reparando sus propios muebles. Poco a poco hizo clientela y ahora tiene un local pequeño. Los viernes, como es obligatorio para los Israelitas del Nuevo Pacto, hace ayuno y espera al holocausto del día sábado, luego de la ceremonia, para comer con los demás congregados. “No vivo en Alto Monte (la principal colonia israelita en el Bajo Amazonas), porque la agricultura no es lo mío, pero el Profeta Ezequiel Ataucusi tuvo muchos oficios. Así honro yo a nuestro Dios”. Con su barba negra y el pelo amarrado en un moño, oculto bajo su gorra, Eulogio contesta preguntas con habilidad y firmeza. Como miles de congregados de todo el Perú, Eulogio migró al Bajo Amazonas en busca de la Tierra Prometida, anunciada por Ataucusi, fundador de los Israelitas del Nuevo Pacto Universal.
“El señor Ezequiel Ataucusi, nuestro profeta y fundador, dijo claramente: habrá un tiempo de prueba, en que de esta tierra que ha sido bendita, de Alto Monte, saldrán los peores hombres, los peores asesinos, las peores prostitutas, y ahí, quienes resistan al pecado, serán salvos. Por eso, de Alto Monte han salido pues delincuentes, gente que dice ser congregado Israelita, pero no son como nosotros. Son ovejas descarriadas. Para ellos no hay salvación”. Alto Monte de Israel, a poco más de una hora de navegación río arriba desde Caballococha, es la capital fundada en persona por Ezequiel Ataucusi, el autoproclamado profeta y encarnación de Dios mismo. Alto Monte es tierra santa para los israelitas que llegaron desde la sierra peruana en el año 1990. El movimiento religioso Israelita de Nuevo Pacto Universal llegó a tener más de 200 mil seguidores y se ha expandido a varios países, como Bolivia, Colombia y Brasil. Adicionalmente, tiene un brazo político en el Perú, el FREPAP, partido que ha dominado por años posiciones importantes en Mariscal Castilla, colocó 16 representantes en el Congreso en el 2021 y alguna vez, con su filial en Bolivia, también intentó llegar al poder en esas tierras.
Sin embargo, los reportes de DEVIDA y las mismas imágenes de satélite revisadas para este reportaje muestran no solo la deforestación evidente, sino la predominancia de sembríos de coca en grandes áreas de la Provincia de Mariscal Ramón Castilla. El distrito de San Pablo, aguas arriba de Caballococha, es una zona tomada en gran medida por los cultivos de coca y según ex trabajadores de DEVIDA, los israelitas están entre los principales productores de la controversial hoja sagrada.
Pero la capital de la tierra santa israelita, Alto Monte de Israel, no había sido revelada como un enorme centro de siembra de coca. Imágenes de satélite y los registros de erradicación realizada por el CORAH (el proyecto estatal para la erradicación de cocales en el Perú) en el 2015 y 2019 muestran que en Alto Monte de Israel se han establecido grandes campos de cultivo de coca. Sembríos a menos de 1km de los límites de las viviendas de la colonia, dentro de un terreno ocupado desde hace más de 30 años por los miembros del movimiento religioso, disipan las dudas respecto al involucramiento de los congregados israelitas con el narcotráfico.
La ofrenda mensual
Tanto para los israelitas como para los Wesleyanos y neopentecostales de las demás iglesias, la entrega del diezmo es una de sus prácticas más importantes, pues con ello financian los cultos y se mantienen los pastores. Sin embargo, todos saben que gran del dinero que se ofrenda a las iglesias viene de actividades ilícitas.
Al respecto, Pedro señala "Hay pastores que reciben nomás el diezmo, aun sabiendo que es plata chueca, pero otros no los hacen". Por su parte, el pastor wesleyano opina que el bienestar espiritual es importante, y por ello viene trabajando en alternativas para el beneficio económico de la población Ticuna. "Hay que fortalecer el espíritu y luego por supuesto, hay que atender lo material, la gente debe vivir de algo”, indica Magno.
Los otros pastores no sólo aceptan los diezmos de quienes siembran cacao, los comerciantes y pescadores. También colectan el diezmo, cuantioso, de los comuneros dedicados a la coca. En su lógica, el diezmo es algo que los fieles le ofrecen a Dios, una forma de congraciarse con el Ser Supremo. Pero ahí no queda la convivencia. Algunos pastores eventualmente piden donaciones a los patrones colombianos, establecidos en los límites de la comunidad, para financiar “obras de Dios”, caridades y pequeñas fiestas de la comunidad.
Efectivamente, Calixto, responsable de una de las Iglesias, de orientación neopentecostal y perteneciente a las Asambleas de Dios, tiene 40 años como pastor en Cushillococha. Allí tiene unos 800 seguidores, aunque reconoce que solo 300 asisten regularmente. El pastor cuenta que antes la comunidad sólo vivía de la pesca y la agricultura. Entre el 2004 y 2007 se da el ingreso masivo del cultivo de coca en las comunidades ticuna Erené, Bellavista, Cushillococha y otras. “Los mismos comuneros trajeron las semillas, luego empezaron con la maceración”, cuenta sin inmutarse. “Las familias pobres mejoraron económicamente, así llegaron los colombianos”.
“Nosotros no tenemos problemas con los narcos, no nos metemos. Comuneros y autoridades tienen problemas con los compradores pues el precio es muy bajo -80 soles- y quieren que suba a 100 soles. La gente de la comunidad no quiere cosechar por el precio bajo”, recalca.
Pero el rol de Calixto en la relación con los colombianos va más allá. “Las autoridades siempre me invitan a las reuniones, a veces para mediar en los problemas con los colombianos… Cuando hay celebraciones de la Iglesia, ellos (los colombianos) nos dan su apoyo, no mucho, lo que está a su alcance. Mandamos cartas de apoyo a los ‘señores empresarios’. Así, no sabemos sus nombres y nos mantenemos aparte”.
Por su lado, otro profesor es pastor de la tercera iglesia desde 1986. Tiene como 80 fieles y ante las preguntas, responde que solo hay unas cuantas familias colombianas en Cushillococha, pero con autorización del Apu. “Nosotros somos autónomos y la palabra (de Dios) es para todos. La zona está abandonada por el gobierno central y solo la coca apoya a las familias. Si el gobierno apoyara a las comunidades la cosa sería diferente”. También, el pastor se expresa con dureza de las autoridades comunales: “Solo ellas, las autoridades de la comunidad cobran, les cobra para ellos nada más. Yo como pastor no puedo intervenir en el manejo de la comunidad”.
Ante esto, Magno opina: “Yo respeto a los otros pastores, hasta los ayudo participando en las charlas de las escuelas bíblicas, porque estoy mejor capacitado, pero no comparto para nada su posición respecto a esos negocios”. Magno tiene 70 fieles que participan constantemente en sus actividades, pero aspira a más. “Con la palabra de Dios hemos ido creciendo y poco a poco la gente se va a dar cuenta del mejor camino. Mientras tanto vamos a ser pacientes y constantes. Hasta unos que se volvieron israelitas han abandonado su creencia y han vuelto con nosotros. Poco a poco, con ayuda de Dios”.
El pastor Wesleyano y su feligresía, con el apoyo de DEVIDA, han empezado una cooperativa para la producción de fariña, una harina de yuca tostada, muy requerida en Colombia, Brasil y en la Amazonía peruana. “En Leticia y Tabatinga, nadie creía que nosotros podíamos producir así, con marca, con envases. En eso nos han apoyado los de DEVIDA. Ahora solo nos queda buscar mercado” dice con una esperanzada sonrisa. Aprovecho entonces para preguntarle sobre qué dicen los patrones cocaleros de su emprendimiento. “Nada, nos miran nomás… ellos saben que su negocio no se va a acabar. No se meten con nosotros, ellos solo odian a los sapos (soplones) y nosotros vamos por nuestro camino y ellos por el suyo”.
¿Y los israelitas?, le replico. “Ellos ponen todo su esfuerzo en el tema productivo, por eso tienen que deforestar tanto y bueno, también tienen su negocio con los colombianos. Ellos obligan a sus congregados a trabajar, los llenan de obligaciones. Por eso varios se han venido a Caballococha. Ya no quieren estar en Alto Monte o en sus chacras”, indica Magno. Pedro recalca: “Pero también hay muchos que están buscando tierras por todos lados. Invaden las tierras comunales y si no los sacas rápido, no hay cómo sacarlos después”.
“Nosotros creemos que cuidando lo que tenemos podemos salir adelante, sin destruir tanto, trabajando con nuestra yuca, igual como la cooperativa que trabaja el cacao. Hay que cuidar la naturaleza, esta es obra de Dios, fuente de riqueza y bendición”. dice pausadamente Magno.
En los límites de la Tierra Santa
Los israelitas han sabido ocupar cada vez más espacios, cabildear ante las autoridades, varias de ellas también israelitas, para que se construyan caminos, habilitando nuevos espacios de colonización. Desde Caballococha se están gestionando dos carreteras, que según representantes del Proyecto Especial PEBDICP, entrevistados en Caballococha, tienen años en espera. Ambas vías están planeadas para unir la cuenca del Amazonas con la cuenca del Yavarí. Estas vías favorecen la deforestación y una mayor ocupación de tierras por los israelitas.
El proyecto, aprobado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones mediante Oficio Nº 633-2012-MTC/09.02 en el 2012, dio pase al estudio de factibilidad y la declaratoria de viabilidad del proyecto, con un presupuesto de inversión de 158´918,470.00 soles (casi 42 millones de dólares). En vista del mínimo avance, el 2021 los representantes del FREPAP en el congreso lograron la declaración de necesidad pública e interés nacional la ejecución de la carretera Caballococha-Palo Seco-Buen Suceso, para el desarrollo y cohesión de las zonas fronterizas. Según los funcionarios del PEBDICP, quien apoya fervientemente esta carretera es el congresista fujimorista Morante Figari, notorio por la promoción de la derogatoria de la Ley PIACI, duramente criticada por las organizaciones indígenas y organizaciones de la sociedad civil.
La cuenca del Yavarí, tristemente famosa por la muerte de Dom Phillips y Bruno Pereira, está siendo ocupada desde hace años por los Israelitas. “Esos Ataucusis (nombre coloquial para los israelitas) ya están por todos lados y a todos lados llevan su coquita. En ambos lados del Yaraví están esos Ataucusis, sembrando coca, metiendo ganado. Ni se puede ingresar porque todos son cocales”, indicó el funcionario, cuyo nombre prefiere ser mantenido en reserva. “Su afán por la tierra para expandir sus colonias es imparable”, reafirma.
Tabatinga y Leticia son ciudades fronterizas y siamesas de Brasil y Colombia, respectivamente, ubicadas frente a Santa Rosa, su precario equivalente en el Perú. Tabatinga es una de las zonas de mayor presencia de iglesias evangélicas en la frontera. Puede, casi literalmente, contarse al menos un local religioso por cada calle. Allí está la base de la iglesia bautista wesleyana pero hay un sin fin de otras denominaciones religiosas. Hablar con los pastores no es difícil y su discurso sobre la violencia y el narcotráfico es similar. Se oponen a estos delitos, pero no intervienen con su labor religiosa en la disuasión directa de quienes ellos saben que están involucrados. Ninguno acepta recibir dádivas de los narcos, pero tampoco niegan conocerlos. “Es mejor no meterse en esos temas, esa gente está alejada de La Palabra”, alcanzan a comentar.
En Santa Rosa, Leticia y Tabatinga, incluso en Caballococha, el lavado de dinero puede percibirse en casi todos los negocios. En Santa Rosa, al menos un hotel de lujo se está construyendo, en medio de casas de madera que se elevan sobre palafitos. Una moto Ducati circula por Leticia y a veces se ve un convertible dorado de colección. Caballococha mensualmente recibe un mínimo de 1200 cajas de cerveza, que significan un gasto mensual que supera, siendo conservadores, los 144,000 soles (unos $38,000 dólares). Según los cargadores del puerto, hay meses en que hay dos cargas al mes, lo que duplica el gasto en cerveza.
Relojes finos, tiendas de electrónica y camionetas modernas en ciudades pequeñas de frontera, casi aisladas, no son usuales. Sin embargo, el costo de esa aparente prosperidad es también vivir con una violencia constante, motivada por el enfrentamiento de bandas de narcos que se disputan el territorio y el mercado, como las Crías, una facción de la Familia del Norte, y el Comando Vermelho, ambas brasileñas. Incluso las disidencias de las FARC de Colombia parecen tener presencia en la Triple Frontera.
Recientemente, una operativo policial peruano incautó drogas por unos 1.7 millones de dólares, a precios de mercado final, en una pequeña casa a unos metros del puerto principal de Santa Rosa. En los últimos dos meses los operativos en Mariscal Ramón Castilla vienen dando con transportistas de droga y quizá con algún pequeño acopiador. Ninguno de los acopiadores engarzado a las grandes organizaciones criminales ha caído en los recientes operativos.
En Santa Rosa, una varona israelita (así se autodenominan las mujeres de este movimiento) de casi 60 años, nos relata su viaje desde Cusco, en la sierra sur del Perú, su peregrinaje con el profeta Ezequiel y su llegada a la Triple Frontera. Su rostro, iluminado mientras habla de su líder espiritual, no se inmuta en decir que los israelitas no son narcos, que son gente que se hace pasar por ellos. En su pequeña tienda en la frontera, la varona recuerda su trajín, pero aún se imagina viajando más allá, para llevar la palabra de salvación de Ezequiel Ataucusi.
Unos días antes, al avanzar por la pista de Caballococha a Cushillococha vimos, a unos 15 minutos de los cocales, las bases de la Policía y el Ejército. Previamente, una malla verde no permitía ver cómo se habilitaba el campamento temporal del CORAH, la unidad de erradicación de coca en el Perú. Al parecer, el Gobierno peruano está erradicando, nuevamente, los cocales de estas comunidades. El hermetismo de los oficiales policiales y militares para hablar del tema es impenetrable.
Al despedirnos de Magno, en Cushillococha, nos ofreció frutos de uvilla, dulces y maduros, y sonriendo nos dijo “hay que mantener la fe, amigo. La fe. Solo eso hará que avancemos, que está situación cambie, que el indígena se libere y se beneficie de la tierra con respeto y amor a la creación”.
La actitud de Magno frente a la vida y la naturaleza es, quizá, la mejor esperanza de los Ticuna ante las carencias estatales y el fin de los bosques que reinaban donde ahora solo hay cocales.