“Nos curamos nosotros solos, acaso el gobierno nos ayudó…” Poblador shipibo de Yarinacocha

“En esta enfermedad mandada por Dios hay que tener fe y fuerza, con vegetales y mucha fe, esa es la única medicina que nosotros necesitamos”.  Lideresa Huni Kuin de Purús

“A nosotros los indígenas nos están mandando la vacuna mala, esa que los extranjeros no quieren usar, como animales nos quieren tratar. No vamos a dejar que nos vacunen…”  Líder ashéninka del Sheshea


Podría seguir escribiendo los testimonios y extensos párrafos con lo que la población indígena, lamentablemente en muchísimos casos, está pensando sobre un proceso de vacunación que con todos sus tropiezos, se ha iniciado en la Amazonia Peruana.

Hace algunas semanas, las autoridades sanitarias de Ucayali iniciaron el esfuerzo enorme de generar un documento de planificación que oriente el proceso de vacunación de los pueblos indígenas de la región. El proceso de vacunación se inició hace algunos días en diversos puntos de Ucayali y personas mayores de 60 años, en zonas tan alejadas de Lima, como Pucallpa, Atalaya e incluso Puerto Esperanza, en Purús, están siendo vacunadas. Entre estos ciudadanos efectivamente hay indígenas que viven en ciudades, y son aquellos en los que la desinformación y el miedo finalmente no logró su objetivo.

Ucayali es una de las regiones con mayor diversidad cultural del Perú, contando con más de 20 pueblos indígenas, cada uno con una cosmovisión, idioma y nivel de inserción en la sociedad nacional diferente. En una sola cuenca, como ocurre con Purús, pueden concurrir hasta 5 pueblos indígenas, aspecto retador para cualquier intento de uniformizar el esfuerzo de vacunación.

El reto de vacunar a la población amazónica es, de por sí, complicado. Los grandes ríos, principales vías de comunicación en gran parte del vasto territorio del oriente peruano, derivan en ríos menores y quebradas que son poco navegables por largos meses del año. Hay comunidades aisladas a más de dos días de camino o navegación de las capitales de distrito, donde se encuentran las únicas y generalmente precarias instalaciones del sector salud. “Si en tiempos normales el sector salud no llegaba, qué va a ser ahora con la pandemia”, nos indica un comunero de Purús. “Si cuando la pandemia empezó nos cerraron la posta, no nos querían atender… qué nos van a querer poner ahora... seguro la vacuna buena la tienen para ellos y a nosotros nos traen la mala pues… esa que deja mal a la gente.”

El reto de la distribución manteniendo las cadenas de frío, en plena selva, con temperaturas que en unos meses llegarán a 36° a la sombra, es significativo. Pero aparentemente, los especialistas en estos temas tienen respuestas creativas para esta situación, usando combinaciones de aparatos y una coordinación logística que reduciría los tiempos en los que la vacuna estaría expuesta a temperaturas extremas para sustancias tan delicadas.

"... ¿Ahora me vas a decir que todo lo que sale en la televisión es falso? Lo que pasa es que como siempre el gobierno quiere hacer experimentos con nosotros, nos mandan lo peor. Total, así se acaban los indios que tanto le joden al gobierno”

Sin embargo, aun superando los problemas del padrón de vacunación (para lo cual se ha propuesto el uso del padrón del RENIEC) y la pesadilla que puede significar navegar por el intrincado sistema de ríos, quebradas y lagos de la selva, el gran problema es persuadir a la gente a vacunarse.

Hace unos días un dirigente de ORAU, la organización tutelar de los pueblos indígenas de Ucayali, dudaba seriamente de la vacuna que se usaría para su gente. “Estás seguro que esa vacuna es buena?, me preguntaba. “Nos traen la Astra Zeneca, esa que están rechazando en Europa. Si es tan buena, por qué dicen que está haciendo daño a la gente y la han prohibido. ¿Ahora me vas a decir que todo lo que sale en la televisión es falso? Lo que pasa es que como siempre el gobierno quiere hacer experimentos con nosotros, nos mandan lo peor. Total, así se acaban los indios que tanto le joden al gobierno”, sentenciaba con amargura.

La cantidad de mentiras, bulos, exageraciones y declaraciones irresponsables de parte de políticos, médicos, charlatanes e incluso periodistas ha hecho su efecto, aún en las personas con muy poco acceso a los grandes medios. El Gobierno, a todo nivel, como es evidente, ha hecho poco o nada para acallar las irresponsables voces de personajes nefastos, cuya mención es de por sí una ofensa para Usted, amable lector.

La creatividad del Ministerio de Cultura, ente rector de las políticas para la población indígena del país, se pone a prueba una vez más y con el proceso ya iniciado, aparentemente poco se ha aprendido desde el inicio de la pandemia. Con las vacunas ya en las regiones amazónicas y con la previsible resistencia y desconfianza de los indígenas y sus líderes, resulta inexplicable por qué no hay aún una campaña en pro de la vacunación en plena difusión entre las comunidades y sus líderes.

Hace unos días, ORAU y ORPIO, dos de las más importantes organizaciones regionales parte de AIDESEP, expusieron públicamente los problemas de falta de información y desinformación entre los indígenas amazónicos respecto al COVID-19 y recogieron sus pareceres respecto a la enfermedad y a la vacuna. Los resultados la verdad no sorprenden, pues resaltan la enorme falta de información y los temores de casi el 70% de la población encuestada respecto al proceso de vacunación.

Por su parte, ambas organizaciones regionales y colectivos de la sociedad civil, una vez más, preparan materiales y se alistan para enfrentar el reto ante los tibios esfuerzos del MINSA y sus entes de línea para apoyar el proceso con una población que no cree en esta urgente necesidad de inmunización masiva.

¿Son los indígenas un caso especial o la excepción en el país? Pues no. La desinformación y desconfianza en las vacunas se ha extendido por todo el mundo y aunque va en retroceso, en el Perú parece que seguimos luchando contra fantasmas y miedos sembrados con bajeza. Las escenas de centros de vacunación con poco público son síntomas de la carencia de un esfuerzo coordinado y coherente de defender la vacunación como la mejor opción científica y estratégica para reducir la mortalidad y volver a retomar una vida con menores temores.

La vacunación es voluntaria y eso debe respetarse, pero como en todo proceso, la población indígena debe tomar una decisión y dar su consentimiento previo, libre e informado. Sin información adecuada, veraz y pertinente desde el punto de vista cultural, la resistencia a la vacunación será elevada, poniendo en riesgo no solo la vida de los indígenas, sino la seguridad de toda la población.


*Foto de portada: Mujeres de Tahuanía (Lucki Van Carher)