Lyndon Pishagua Chinchuya era mi amigo. Es mi amigo. Hace semanas, su paso por estas tierras y bosques, acabó en un hospital de La Merced, en la selva central que tanto quería. El mal que lo acabó fue la diabetes. O quizá, fue el maleficio de tantos wiracocha y chori caminando por las tierras de sus padres, de sus abuelos y ancestros que, no contentos con el despojo de sus tierras, de sus recursos, del abuso continuo, ahora controlan el beneficio de quién merece una mejor salud y quién no.
El camino de Lyndon, como el de muchos jóvenes dirigentes, se inicia en su familia. Lyndon venía de una familia de líderes indígenas y desde muy joven, siguiendo el ejemplo de su padre, asumió responsabilidades en su comunidad. Su conocimiento de las costumbres y la organización indígena venía de su familia y de su vida diaria, en la chacra, en la escuela bilingüe, en la asamblea comunal. Pronto, fue nombrado presidente de su comunidad.
En poco tiempo, fue elegido para asumir un cargo dentro de la Unión de Nacionalidades Asháninkas y Yaneshas de Pasco y Huánuco (UNAY), y siendo un joven destacado por su agudez y claridad, fue enviado en numerosas oportunidades a Satipo, a las reuniones de ARPI SC, sede regional de AIDESEP. Así, a inicios de 2004, fue elegido representante de la Junta Directiva.
El rol de Lyndon Pishagua en ARPI SC, en la última década fue gravitante. Nutrido con la escuela de otros destacados dirigentes, Lyndon pudo constituir un equipo pequeño pero muy comprometido con la construcción de una nueva forma de diálogo con el Estado. La agenda en selva central, una de las zonas históricamente más conflictivas del país, siempre es compleja, pero el equipo de ARPI SC superó siempre el reto planteado.
La agenda en selva central, una de las zonas históricamente más conflictivas del país, siempre es compleja, pero el equipo de ARPI SC superó siempre el reto planteado.
En nuestras charlas, Lyndon hacia énfasis en la situación de la selva central, en las comunidades cercadas por las chacras de los colonos, por la imposición de un modelo de desarrollo en el que adaptarse o desaparecer, si se trata de culturas como la ashaninka, nomatsiguenga, kakinte, matsiguenga o yanesha, es casi lo mismo. Adaptarse a vivir como los mestizos, a hablar y hacer “negocios” como ellos, a explotar la tierra para “tener mejores ingresos”, como buscan muchos proyectos importados es, en muchos casos, morir como comunidad, morir como cultura.
ARPI SC, siempre ha apostado por el diálogo honesto y alturado, y Lyndon reforzó esa posición. La posición de ARPI SC nunca ha sido ir por el camino de la protesta, sin tener una propuesta concreta, viable y equilibrada en la mesa. Así, ARPI SC, bajo la dirección de Lyndon, hizo de interlocutor de los pueblos indígenas ante el Estado, impulsando y apoyando la implementación de los programas sociales, tratando de llevar los mayores beneficios a la población indígena joven. “Hermano, hay que darle oportunidad a los jóvenes, ese es el futuro del movimiento indígena, para que traigas a tu hija a casar* acá en Satipo”, me bromeaba alguna vez.
La tradición y la cultura son importantes, pero sin cerrarle el paso a la modernidad. “todos esos adelantos son para darnos más cultura, más acceso, más conocimiento, pero no con maldad”, “hay que aprender de ellos, y luego nuestros jóvenes deben ir a estudiar a los extranjeros, así como ellos nos estudian a nosotros… acaso ellos no son raros? también tienen su rareza… hay que estudiarlos para aprender su bueno y su malo”
Para ARPI SC, la participación política es importante y Lyndon comprendía que ese camino debía ser del movimiento indígena como conjunto y unidad, y no solo de algunos líderes, reclutados por los partidos políticos y frentes sociales de turno. Por ello, el equipo de ARPI SC, apostó siempre por la unidad del movimiento indígena para que, quien fuera el candidato indígena, éste lleve la voz de todos los pueblos, las demandas y propuestas que por décadas se han gestado desde las comunidades y federaciones.
Quizá el mayor legado de Lyndon sea el fortalecimiento de la agenda indígena de selva central. En los temas territoriales, ARPI SC, identificó que la demanda va más allá de la titulación de tierras y por ello insistió en garantizar el territorio de los pueblos indígenas impulsando la constitución del Comité de Seguridad Indígena Territorial, como ente vigilante de los derechos territoriales de la población.
El rol de ARPI SC, como agente articulador para los programas sociales del Estado, es una buena muestra del rol catalizador, casi de subvención, que pueden tener las organizaciones indígenas para canalizar el apoyo social a la población indígena.
El autogobierno es un objetivo, pero no la creación de un Estado dentro de otro, si no el logro del respeto por parte del Estado, en sus diferentes instancias, de las decisiones que los pueblos indígenas toman sobre su territorio. Todo esto dentro de un compromiso institucional para la construcción de nuevas formas de diálogo con el Estado.
Fuera de los temas laborales o institucionales, las charlas con Lyndon eran de antología. Empezaban con cualquier tema, fuera de la agenda de trabajo común. Recuerdo con alegría la vez que empezamos hablando del “perreo chacalonero”, de las fiestas chicha y acabamos, como siempre, charlando de la cultura indígena, del movimiento ciudadano, de las nuevas generaciones. Con el equipo de ARPI SC, formado por Wilmer Sánchez “el viejo”, Héctor Martín Manchi, Mario Flores, Olber Achahuanco, las charlas nos llevaban siempre de vuelta a Satipo “la bella”, a nuestra querida selva central.
La frase que Lyndon siempre repetía era: vivir para resistir, resistir para vivir. “Más de 500 años de explotación, de abuso y de matanza y seguimos aquí, con nuestros bosques, con nuestras tierras. Resistiendo. Un indígena, mientras tenga su tierra y su bosque, un lugarcito donde estar con su yuca y su masato, seguirá siendo indígena, seguirá siendo cultura que sobrevive”.
* al decir "casar en Satipo" se refería a que mi hija se casara con un indígena, en Satipo