Ucayali fue la primera región en contar con un plan de abordaje contra el Covid 19 en las comunidades nativas, cuenta con un mapeo de casos y tiene grupos de apoyo que se suman a la defensa de la vida de los indígenas.
¿Qué nos falta para actuar?

A pesar de notables avances, como la Resolución Ministerial N° 308-2020 MINSA, la asignación (al fin) de recursos presupuestales para atender la emergencia sanitaria en la selva y la visibilización del problema a través de algunos medios de comunicación de alcance nacional, la situación en las zonas rurales de la Amazonia dista mucho de estar controlada o bien atendida. 

Las colas de la gente que aun espera en Lima para ser trasladada a Pucallpa ya no llena titulares. Casi invisibles entre tanta tragedia, decenas de compatriotas esperan la prueba rápida que, como un boleto mágico, podría ahorrarles la semana de caminata que sus paisanos han tenido que sufrir, subiendo y bajando la cordillera entre el frío y el hambre, para llegar caminando agotados a su región de origen. Al carecer de una acción oportuna e integral sobre esta movilización de personas, potencialmente portadoras del virus, muchos “caminantes” llegaron a Pucallpa y, sin mayor apoyo se trasladaron a casas de sus parientes, en asentamientos humanos y comunidades de la periferia de Pucallpa. Esa es posiblemente la explicación de la subida inusitada de casos en el cordón de pobreza que rodea la ciudad, donde se registran centenas de casos. Ese cinturón de pobreza es, en gran parte, indígena.

¿Cómo enfrentar la pandemia si los recursos, que aparentemente ya existen, no se usan con un mínimo criterio estratégico? Hasta el momento, los esfuerzos que se aprecian en Ucayali van destinados a apagar incendios. Un momento: nadie niega que la situación rebase capacidades y presupuestos. Pero, ¿y si aplicamos un poco de estrategia?

Las colas en el Banco de la Nación de Atalaya, la ciudad donde nace el río Ucayali, tampoco son noticia nacional. Que el índice de contagios en Pucallpa sea tan alto que se debe dejar con menos de la mitad del personal al Banco de la Nación local, y que eso aumente el tumulto diario para cobrar el bono, ya no es noticia. Tampoco lo es el que la gente duerma en las calles, literalmente, para poder cobrar el bono luego de dos días en la cola y otros tantos navegando desde sus comunidades de origen. Que, para colmo, por la falta de control se vendan posiciones en la cola suena a tragedia, pero no es noticia. Aun cuando ya hay algunos casos importados de Covid 19 en Atalaya, parece que las precauciones que debían tomarse no forman parte de ninguna estrategia mayor.

Hace más de 10 días, la Asociación ProPurús, basándose en los reportes de líderes indígenas locales, publicó un mapa en el que se alertaba de posibles casos de Covid 19 en las comunidades nativas del Lago Imiría, a 3 o 4 horas de navegación desde Pucallpa. Pasada más de una semana de constantes pedidos de atención empezaron las muertes y  3 días después del anuncio de los decesos, se permitió que un bote armado con donaciones y algún personal médico llegara a Imiría y empezara a atender a la doliente población.

¿Cómo enfrentar la pandemia si los recursos, que aparentemente ya existen, no se usan con un mínimo criterio estratégico? Hasta el momento, los esfuerzos que se aprecian en Ucayali van destinados a apagar incendios. Un momento: nadie niega que la situación rebase capacidades y presupuestos. Pero, ¿y si aplicamos un poco de estrategia?

Tan importante como seguir fortaleciendo Pucallpa, que sin duda es el epicentro de la pandemia en Ucayali, deberíamos empezar a ver cómo se dispersa el virus y cómo nos preparamos para su expansión masiva en las comunidades nativas y las zonas rurales. Ese escenario, el peor, es para el que deberíamos prepararnos ahora.

Algunas ideas que compartimos en los diferentes grupos de aliados de las organizaciones indígenas en Ucayali insisten en lo planteado en el Plan de Abordaje, que sigue esperando semanas tras semanas su implementación.

ORAU, ya tiene una propuesta de mensajes y todo el ímpetu para usar su llegada a medios locales para iniciar una campaña fuerte de comunicación preventiva. La integración del Comando Matico como respuesta propia y viva de la cultura indígena en defensa de la vida, dando soporte al sistema formal de salud es otro ejemplo  

Hace dos días, a escasos kilómetros del centro de Pucallpa, la gente de los asentamientos humanos no sabía bien de que trataba la pandemia, ni los cuidados que debían tenerse. A unas calles del lugar a donde llevamos apoyo a familias en situación crítica, un puesto de salud sin personal, cerrado, dejaba a la gente sin información, ni asistencia. Si sabemos que los hospitales están colapsados, se hace urgente educar a la gente para que pueda manejar esta situación sin miedo, pero con prudencia y responsabilidad.

La comunicación es una herramienta fundamental y no está siendo aprovechada. Y no se trata de traducir mensajes al medio centenar de lenguas indígenas. Se trata de aplicar conceptos de comunicación estratégica, de usar las radios locales, los altoparlantes comunales, ocupar los programas de mayor radio audiencia. Hay que bajar el miedo con mensajes que se adecuen al momento actual. El virus está ya en las comunidades. ¿Cómo convivimos con los pacientes en las comunidades? ¿Qué mensaje le damos a la población que no reporta sus casos por el pánico que genera la idea de que se lleven a los pacientes y los dejen morir solos en un hospital, lejos de su gente?


Parte de la población INDÍGENA está en albergues y viviendas precarias en pucallpa, sin mayores ingresos

Afortunadamente, la Organización Regional AIDESEP Ucayali – ORAU, ya tiene una propuesta de mensajes y todo el ímpetu para usar su llegada a medios locales para iniciar una campaña fuerte de comunicación preventiva. La integración del Comando Matico como respuesta propia y viva de la cultura indígena en defensa de la vida, dando soporte al sistema formal de salud, es otro ejemplo de que la población indígena no se queda en lamentos. Se ha puesto de pie y es un actor más en la primera línea, peleando contra la pandemia.

Empoderar a los centros de salud, a las postas, a las redes de salud y dotarlas de los medios para atender preventivamente a la población rural podría evitar más muertes como las del Lago Imiría. Lo mismo, implementar herramientas como el mapa, o las que se requiera, que permitan tener una visión integral del espacio y la población a proteger es vital. El mapa de expansión del virus, enriquecido por los aportes de organizaciones y comunicadores indígenas, con la colaboración de ONG locales ayudaría mucho a reenfocar esfuerzos y prevenir más daños.

El artículo del maestro Alberto Chirif, en el que expresa con claridad la necesidad de integrar a las comunidades y sus organizaciones en el control del tránsito fluvial y, de esa manera, frenar el ritmo de avance del virus, es una pieza clave de lo que debería ser la estrategia. Las rondas indígenas y comités de autodefensa requieren un poco de soporte para fortalecer su labor y dejar que el sistema de salud respire antes de que el virus se esparza con mayor violencia. Esa es una oportunidad de oro que el Estado puede y debe aprovechar.

Como hemos planteado, mucho o casi todo lo expuesto está en el Plan de Abordaje que sigue esperando ser tomado en cuenta. Hay una problemática identificada y descrita, hay un plan, está la sociedad civil organizada y un mapeo activo de casos. Parece que ya hay o habrá presupuesto. ¿Qué nos falta? Voluntad sobra, me consta, al menos en muchos de los involucrados, funcionarios públicos, líderes indígenas y aliados de las ONG.

Hagamos que el sentido común, para variar, no sea el menos común de los sentidos. Es hora de hacer sinergia y dar juntos los siguientes pasos, pero con estrategia.