"Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada"  Edmund Burke


Las noticias de la colecta pública hecha por el Vicariato de Iquitos han sido como un bálsamo para quienes perdían la fe en que las cosas mejorasen para la gente de Iquitos. Así, entre tanto villano haciendo las veces de líderes políticos, de tanto especulador interesado solo en sus bolsillos, de tanto mercader de la salud, el llamado de un heroico sacerdote, quien desde hace décadas asiste en silencio a los más desprotegidos de Iquitos, agrupó a la gente alrededor de una esperanza.

El padre Raymundo empezó con la idea de montar una planta de oxígeno en Iquitos y creció hasta lograr la pronta instalación de dos plantas en Iquitos y una en Nauta, localidad cercana, pero punto de referencia para la población ribereña de Loreto. El ejemplo de Raymundo, el cura de la parroquia San Martín de Iquitos, es el más ilustre caso de rebeldía ante un sistema que nos mata. 

¿Cómo no rebelarse cuando por “oferta y demanda” un balón de oxígeno medicinal ha quintuplicado su precio, cuando el humilde paracetamol se vende hasta a seis veces su valor, cuando tienes clínicas privadas en Lima que te cobran 15 mil soles por día, 5 días mínimo de adelanto al contado, para poder internar a tu padre y tratar de salvarle la vida?

La iglesia en Ucayali, en Madre de Dios y en San Martín sigue esa senda. En menor escala, pero con similar mérito, colectivos de ciudadanos se rebelan contra la ineficiencia de las autoridades de turno en cada región. Las denuncias y la indignación han dado paso a cadenas de personas que voluntariamente apoyan reportando casos, apoyan las campañas de prevención, hacen llamados a la solidaridad o pequeñas colectas y dan lo que tienen para poder atender a la población. En Ucayali y Loreto, varios colectivos se han formado y usan redes sociales activamente, apoyando con todo lo que pueden. Oxígeno, medicinas, alimentos, información sobre nuevos casos, contactos para articular apoyo, todo es bienvenido.

¿Cómo no rebelarse cuando por “oferta y demanda” un balón de oxígeno medicinal ha quintuplicado su precio, cuando el humilde paracetamol se vende hasta a seis veces su valor, cuando tienes clínicas privadas en Lima te cobran 15 mil soles por día, 5 días mínimo de adelanto al contado, para poder internar a tu padre y tratar de salvarle la vida? 

Estos pequeños grupos han decidido trabajar y luchar junto a la población, por sus amigos y familias. Spots de radio, videos cortos, subastas de arte y dinero en efectivo, son ofrecidos tanto por ilustres como por desconocidos que, ante tanta miseria de los villanos, se rebelan y han decidido ser parte de la solución y no más del problema.

Pero los villanos también se han multiplicado. La indolencia de autoridades en Loreto y Ucayali es clamorosa. Dos meses luego del inicio de esta tragedia, una planta de oxígeno medicinal permanece en Pucallpa, sin culminarse. ¿La respuesta del Gobernador? “No sabía. La culpa es de mi Gerente”. El extraño espectáculo de presentar ante el Premier Zevallos un mercado de Pucallpa limpio y ordenado, poniendo toda la basura de la ineficacia de su gestión bajo la alfombra, ha colmado la paciencia de muchos ucayalinos, que ahora vocean la campaña para una revocatoria.


El Comando Matico, jóvenes voluntarios shipibos.

Ucayali hasta el momento no tiene un mapa de las comunidades afectadas por la enfermedad, no puede focalizar esfuerzos y no despliega acciones de alerta temprana. Tiene un plan de abordaje hecho por el propio Gobierno Regional de Ucayali y las organizaciones indígenas, sin presupuesto ni financiamiento a la vista, aunque es el mejor documento estratégico para atender a las comunidades nativas, que ahora están llevándose la peor parte de la enfermedad.

En Loreto, las mentiras del Gobernador sobre su salud, justo cuando las comisiones de Lima venían a medir resultados de su gestión, han tornado la impaciencia en furia. Los loretanos no solo no se sienten representados por su Gobernador. Lo quieren fuera.

También limitadas por la incomprensible pasividad de varios cooperantes internacionales, las ONG de desarrollo, las ambientalistas, las sociales, hacen llegar su apoyo a cuentagotas. Los funcionarios, muchos, integran los colectivos en redes y apoyan con pasión, pero la respuesta institucional es, al menos, reducida. Algunos de los vociferantes defensores de la tierra, del bosque y la gente, sencillamente han desaparecido, o se limitan porque “creemos que es una labor del Estado”. Habrá que recordárselos cuando regresen al Perú a tomarse fotos con los indígenas y llenar sus calendarios y Powerpoint con fotos retocadas. 

De qué clase de cooperación hablamos que no puede detenerse un minuto a pensar que no todo son números e indicadores. ¡Son vidas!

El colmo de la indolencia viene de la burocracia dorada de los bancos y la cooperación multilateral. Hace algunos días tuve que conseguir fotos de un dirigente indígena hospitalizado y con oxígeno, para que los funcionarios de la banca “verde” y del Ministerio del Ambiente, asumieran que efectivamente, sí, la situación era grave y que debían posponer los talleres agendados. “Las actividades no pueden reorientarse a salvar vidas”, primero “hay que cumplir con el marco lógico…”, “los procesos deben continuar” o “es el mandato…”

De qué clase de cooperación hablamos que no puede detenerse un minuto a pensar que no todo son números e indicadores. ¡Son vidas! Qué contraste con el Comando Matico, jóvenes voluntarios shipibos que armados de plantas medicinales y usando pañuelos como mascarillas, recorren las casas de los afectados, arriesgando su salud y su vida, para al menos tratar de aliviar los efectos del Covid entre sus desamparados paisanos.

Se ven las caras, pero no los corazones, dice el dicho. Pero en estos momentos, no podemos dejar de ver que ante tamaño desamparo, desnudado por la pandemia, algunos corazones salen a relucir en su real condición. El brillo de algunos, no oculta la bajeza y miopía de otros.