Durante siglos los indígenas amazónicos han librado intensas luchas contra todo tipo de enemigos. En esta ocasión, una vez más, se enfrentan a un enemigo invisible y mortal. Sobrevivieron a la viruela, el cólera y la gripe común, pero sobretodo a nuestro abandono. Pero, ¿Cómo enfrentarán ahora a una enfermedad que está doblegando al mundo moderno?

La pandemia del COVID 19 está cambiando el mundo, pero algunas cosas no cambian. Más bien, reaparecen con más fuerza, enrrostrándonos décadas de abandono y desidia. Esa es la situación de los pueblos indígenas. 

A pesar de algunos cambios positivos, la realidad de la población rural en el Perú, no ha cambiado mucho. Con servicios públicos precarios, sin presupuesto ni prioridad en la agenda de los políticos de siempre, el contexto de la pandemia desnuda una vez más la realidad. Y en Ucayali, como otras partes de la amazonía y el mundo rural peruano, las carencias son ahora el factor de riesgo más importante ante la amenaza del virus.

Ucayali tiene más de 456 comunidades nativas y la población indígena que vive en comunidades, caseríos y en las ciudades supera las 60 mil personas. Además, Ucayali es una de las regiones con la mayor población estimada de indígenas en aislamiento y en contacto inicial, particularmente vulnerables a cualquier tipo de enfermedad foránea, para quienes un resfriado común es causa de muerte.


Nativos surcando el río Purús
Foto: Ivan Brehaut - ProPurús


Al momento, la situación en las fronteras de Ucayali con Brasil, donde habitan miles de compatriotas indígenas amazónicos, es muy preocupante. Dos distritos colindantes con Brasil son de especial atención. Purús, tiene 54 comunidades nativas con casi 3000 habitantes, sin contar con la población mestiza que habita en Puerto Esperanza, la capital del distrito. Purús es solo accesible vía aérea desde Pucallpa, y se vincula cotidianamente con Santa Rosa, un poblado brasileño con gran actividad comercial.

Por su parte, Yurúa es un distrito que cuenta con 23 comunidades nativas y casi 1400 indígenas habitando en ellas. Desde hace tiempo, los pobladores de Yurúa vienen denunciando el ingreso de taladores y cazadores furtivos desde Brasil, que incluso han llegado a impedir el tránsito de indígenas peruanos por el territorio nacional, con el fin de acaparar valiosos recursos peruanos. Ambos distritos, Yurúa y Purús, son considerados como Áreas Críticas de Frontera, pero aun así están en la cola de la atención estatal. 

Ambos distritos tienen severos problemas, agravados en el contexto de la pandemia: el precario equipamiento de los puestos de salud y el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Este último factor juega en contra del aislamiento indispensable por la amenaza del Covid 19.

Aunque el aislamiento de estas zonas del país juega a favor de la población indígena, los pocos envíos semanales de carga desde Pucallpa llevan consigo la posibilidad de introducir el virus en la población de estas fronteras. Pucallpa es la capital de la región, donde ya se han reportado casos del COVID 19 y donde las medidas de aislamiento no están siendo acatadas por un grupo importante de la población. Por otro lado, el desabastecimiento de productos motiva a que la población recurra a las ciudades brasileñas, donde ya se están reportando casos sospechosos del virus.

Adicionalmente a ello, por lo menos en Yurúa, pobladores brasileños están ingresando al Perú, algunos para comerciar sus productos y otros, para alejarse de la amenaza del virus. En Purús, el control fronterizo se dificulta por la carencia de recursos para el patrullaje por parte de las FFAA y policiales. Las mascarillas y otros implementos básicos de seguridad están contados y la mayoría solo a disposición del personal de salud. Así, la amenaza de ingreso del virus desde Brasil podría ser inminente y trágica.

...los mensajes salen hacia las comunidades a través de radios municipales o de emisoras religiosas. Nadie sabe realmente hasta donde llegan los mensajes y quienes alcanzan a escucharlos...

Ante esta situación y con el temor de que se repitan las muertes causadas por la epidemia del cólera, ocurrida en los 90, la población indígena empieza a tomar precauciones. Con las primeras alertas, algunos se retiran a sus chacras alejadas de los poblados principales y esperarán noticias. Otros, se organizan para defender sus fronteras, los caminos de acceso y sus puertos, ante la posible llegada de foráneos que puedan traer el virus, sin más protección que la distancia que puedan mantener con los visitantes indeseados. 

Sin embargo, un grupo importante no ha recibido información, no sabe realmente lo que ocurre y esa carencia de información puede ser la clave de una tragedia para ellos y sus vecinos. Las barreras del idioma, la distancia, la carencia de radiofonía, la telefonía celular intermitente y casi siempre inexistente juegan en contra de las comunidades. Desde Puerto Esperanza, Sepahua y Puerto Breu, los mensajes salen hacia las comunidades a través de radios municipales o de emisoras religiosas. Nadie sabe realmente hasta donde llegan los mensajes y quienes alcanzan a escucharlos.

En Loreto, similarmente, se unen las organizaciones indígenas y sus aliados, trabajando con el Estado para ganar esta batalla contra un virus que no conoce de etnias ni fronteras.

Hasta el 10 de abril, de acuerdo a los reportes del Ministerio de Economía (MEF), los fondos destinados a atender la emergencia sanitaria no se están usando completamente. Según el reporte del MEF, tanto Yurúa como Purús están entre los distritos de menor ejecución presupuestal con el 24% y el 50.7%, respectivamente. Sin el equipamiento necesario, con escasos recursos humanos y con las limitaciones evidentes, las dificultades para enfrentar la pandemia se agigantan ante un sistema de salud endeble.

Nuevos grupos de voluntarios, algunos autoconvocados y otros coordinados por funcionarios como el Gerente de Desarrollo de Pueblos Indígenas de Ucayali, tratan de ganar tiempo, apuntalando como pueden la débil estrategia estatal esbozada para los pueblos indígenas. En Loreto, similarmente, se unen las organizaciones indígenas y sus aliados, trabajando con el Estado para ganar esta batalla contra un virus que no conoce de etnias ni fronteras.

En los siguientes días, el esfuerzo de estos grupos pasará la prueba ácida, tratando de concretar acciones en el campo, apoyando a la población y a sus autoridades en su lucha contra el COVID 19. Desde nuestra humilde trinchera, seguiremos apoyando y esforzándonos por llevar el apoyo a las comunidades nativas a las cuales nos debemos. 

Esperamos que esta emergencia realmente marque, como parece, el punto de inflexión que se requiere para tener una mirada diferente del país, y dejar de lado la mirada egoísta sobre el otro, sobre el próximo, sobre el prójimo. Que podamos vencer la pandemia del abandono y la indiferencia.